Masacre en el pabellón séptimo
Claudia Rosana CesaroniVeinticinco segundos de las tres horas que duró el recital del Indio Solari en Mendoza, el sábado 14 de septiembre. Durante apenas veinticinco segundos, debajo de la lluvia y atravesadas por el frío, 120 mil personas escucharon de boca del músico, una de las pocas veces que habló porque hablar le hacía tiritar los dientes: “Para el que tiene el hábito de la lectura ha sacado un libro una escritora que se llama Claudia Cesaroni –dijo el Indio, mientras alguien desde el público gritaba ‘¡Cobos traidor!’–, que estaría bueno leer sobre la masacre del año ’78 en el pabellón séptimo en Devoto. Aquellos que tengan el hábito de leer, cómprenlo, léanlo y se enterarán de las verdaderas razones de la masacre que hubo ahí”. Pasaron los 25 segundos y empezaron los casi cinco minutos del tema “Pabellón séptimo (relato de Horacio)” que todo el mundo tararea pero que recién ahora empezarán a tener noción directa de lo que canta la letra. Entre las 120 mil personas, Claudia Cesaroni, abrigada literalmente hasta los ojos, no podía creer lo que estaba escuchando. Con un nudo en la garganta y una sonrisa que se le iba en ancho más allá de los límites que dejaba el hueco de la capucha de la campera, festejó abrazada con el grupito de amigas con las que había llegado al autódromo, cinco horas antes de que iniciara el recital. “En ese momento –dijo a este cronista–, me di cuenta de que todo este esfuerzo valió la pena.”
Darse cuenta no implicó necesariamente ser consciente del movimiento que se avecinaba. Al día siguiente, empezaron a llegar mensajes en todos los soportes que a uno se le pueda ocurrir. Fans de los Redondos, fanáticos del Indio, amigas, amigos, libreros, gente que conocía y gente que no conocía, muchos pedidos insólitos o por motivos increíbles. Todos querían saber “dónde se consigue el libro” y alguno hasta arriesgó el mangazo. El libro tiene una particular carga artística: comentado por el Indio, con dos temas musicales que tratan su argumentación, su tapa, además, está ilustrada por Rocambole, músico y diseñador de todas las tapas de los discos de los Redondos, que para el libro diseñó y donó una ilustración, una mano que surge entre los barrotes de una cárcel pidiendo ayuda.
El 14 de marzo del ’78, al menos 65 personas alojadas en el pabellón 7 de Devoto murieron quemadas, baleadas, asfixiadas, encerradas con candado tras las rejas, sin que jamás se abriera una investigación, y cuyo relato periodístico trascendió en aquel momento cargando la culpa a los muertos: fue conocido como el Motín de los colchones, que lentamente se fue dispersando en el olvido, con el humo y el olor a carne quemada.
Claudia Cesaroni, abogada, criminóloga, y especialmente dedicada a problemas carcelarios –que, en su caso, habrá que entender como problemas de los detenidos para sobrevivir en las cárceles–, cuenta que después de recorrer unidades penitenciarias, escribir unos cuantos libros sobre el sometimiento de los adolescentes al sistema penal adulto, de las perpetuas aplicadas a menores de 18 años o del sufrimiento extra e infrahumano que significa estar tras las rejas, decidió avanzar con la idea de relatar lo que había ocurrido el 14 de marzo del ’78 en el penal de Devoto sobre la base de lo que había leído en Crónica de muertes silenciadas. Villa Devoto, 14 de marzo de 1978, del maestro de criminólogos, Elías Neuman. Y revelar que lo que se conoció como un motín en realidad fue una masacre, ya que “los presos en ningún momento se enfrentaron a los guardias”.
Uno podrá decir que los ciclos son redondos y quizás haya algo de cierto: el primer paso concreto, Cesaroni lo dio el 15 de septiembre de 2011, sin imaginar que exactamente dos años después 120 mil personas escucharían la recomendación de lectura en vivo y en directo de boca de un ídolo. Aquel día abrió un blog, www.masacrepabellon7.word press.com (que ya mutó a masacreenelpabellonseptimo.word press.com y también en Facebook como Masacre Pabellón 7) en cuya primera entrada explicó que “existe una mirada parcial sobre lo que pasó durante la dictadura militar 1976-1983 en las cárceles argentinas” y señaló su intención de demostrar que los sufrimientos de los presos llamados “comunes” fueron semejantes a los de los presos políticos, y que por lo tanto debían considerarse en muchos casos como delitos de lesa humanidad. Y la masacre del pabellón séptimo se le apareció como el ejemplo más claro para revelar.
¿Por qué un blog? Cesaroni hilvana la historia: de recorrida por las mesas de saldo de las librerías de avenida Corrientes, encontró un libro, Falsos testigos del porvenir. El caso de los condenados por la cara: Abderrazak Mounib y Ahmed Tommoubi, en cuya tapa aparecía “la foto de dos personas pobres. Podrían ser fotos de cualquier sumario policial que se iniciara en Villa Oculta, La Cava o el barrio Carlos Gardel”.
Se trataba de dos marroquíes acusados de una serie de violaciones en Barcelona en el ’91, por lo que entre nosotros conocemos como portación de cara. Su autor, Braulio García Jaén, un periodista español, antes del libro había hecho un blog.
Tiempo después de leer aquel libro, Cesaroni leyó un reportaje que el Diario Hoy, de La Plata, había publicado en 2008 al cumplirse 30 años de la masacre del pabellón séptimo. Habían localizado a un sobreviviente en la capital bonaerense, Hugo Cardozo, quien en la nota reclamaba que se reflotara el caso y lo consideraba como un delito de lesa humanidad. Buscar a Cardozo fue parte del emprendimiento.
Otra vez, Cesaroni encontró que el círculo se cerraba en su propuesta. Publicó el blog y “enseguida llegó un comentario –cuenta Cesaroni–. Era Hugo Cardozo”. El texto empezaba diciendo “hola claudia; decirte que tengo la piel de gallina al leer esto es poco...”. Había dado con el sobreviviente. Ese mismo mes, se reunió por primera vez con Cardozo y su pareja en La Perla, de La Plata. “Me contó a borbotones algunos de sus recuerdos del horror de aquel 14 de marzo, del antes y el después.” Cesaroni recuerda que Cardozo se puso lívido cuando vio la foto del Guampa, un compañero del pabellón, publicada en Los derechos humanos en el otro país, una crónica sobre la masacre, de Daniel Barberis, que se encontraba preso en ese momento pero en otro pabellón. En aquella reunión con Cardozo se consolidó la idea de conformar un grupo de investigación, al que luego se sumó Graciela Draguicevich, ex presa política, quien en el ’78 se encontraba detenida en Devoto, en un pabellón que se encontraba frente al incendiado. A quienes se sumaron un equipo del Cepoc (Centro de Estudios en Política Criminal y DD.HH.) y Andrea Casamento, de la Asociación Civil de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales. En abril de 2012 lograron integrar un grupo de investigación histórica en el Centro Universitario de Devoto.
Después de aquella primera reunión en La Plata, también surgieron dos datos y la simiente de la ilustración de la tapa, y finalmente, la recomendación del Indio Solari. Cesaroni supo que el músico había compuesto dos temas relacionados con la masacre: “Pabellón Séptimo (relato de Horacio)” y “Toxi taxi”. El primero, Solari lo compuso a partir del libro de Neuman, quien relata la historia de la masacre de Devoto revelada por un preso, Horacio, a quien el propio Neuman conocía porque representaba como abogado defensor junto a otro detenido, Pablo, quien no tuvo tanta suerte y murió en el incendio. El segundo tema lo compuso porque otro de los fallecidos era Luis María Canosa, cantante de Dulcemembriyo y muy amigo de Solari y de Federico Moura (Virus), y que había sido detenido por consumir drogas.
Todo el libro Masacre en el Pabellón Séptimo fue hecho a pulmón, incluyendo la mención en el recital, y la donación de la ilustración de Rocambole. De hecho, la misma ilustración llevada a una placa fue colocada en el penal de Devoto, durante una ceremonia que se realizó en la puerta del pabellón, durante la gestión del ex director del SPF, Víctor Hortel, el 1º de octubre de 2012.
Para la realización del libro propiamente dicho participaron además del Cepoc, la pequeña editorial Tren en Movimiento y la Cooperativa Esquina Libertad, organizada por un grupo de internos del penal de Devoto y participantes del CUD. Entre todos, incluyendo la autora, solventaron los gastos de edición y publicación. Hicieron remeras con el logo de Rocambole para vender y recuperar algo de lo invertido y difundieron paneles y jornadas en las redes sociales con notable persistencia. Y presentaron el libro en cuanto lugar se ocurrió como posible. El primero fue a principios de agosto pasado, un sábado, el 10, cuando en el festival BAN (Buenos Aires Negra) se organizó un panel dedicado a las experiencias del grupo, experiencias que derivaron en la producción del libro. La salida con sus primeros ejemplares de la imprenta coincidió para esa fecha. Por entonces se los veía a los coequipers del libro sudar tinta china y morder cronómetros con la ansiedad de llegar a la fecha de presentación con el libro en mano. Finalmente lo lograron. Este cronista obtuvo el suyo adquiriéndolo por Internet, un formato que el grupo incorporó por la necesidad de ubicar los ejemplares a como sea, sin esperar la distribución y venta por librería.
Las expectativas eran (y siguen siendo) humildes. Básicamente todo el movimiento del libro consistió en cargar libros en el baúl del auto de Cesaroni y de quien tuviera auto y se moviera de acá para allá y recorrer puntos de presentación. Después del BAN, fue la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Quilmes, la Feria del Libro de La Matanza, Lomas de Zamora, ayer San Nicolás. Y todo estaba organizado como para responder vía mail desde las direcciones de cinco o seis participantes de la movida.
Pero el 15 de septiembre pasado, el grupo descubrió el poder de 25 segundos de mención en la boca del Indio Solari frente a 120 mil seguidores. Y los correos y redes sociales del equipo se saturó de mensajes, los teléfonos de llamadas, pedidos de librerías dentro del circuito de distribución y fuera también. Pedidos insólitos y otros que no tanto, pedidos de préstamo, la cesión o la donación incluso. Una madre no sabía de qué se trataba pero su hijo decía que “si lo recomendó el Indio por favor conseguímelo”, o “no tengo manera de acceder al libro”, cantidad de historias diferentes que llegaban a través de la recomendación del ídolo a enterarse de una masacre en una cárcel.
Para Cesaroni y el equipo de investigación y de producción, conectarse con Solari derivó en uno de los comentarios en la contratapa del libro, un mail enviado por el Indio a la autora: “Me siento un hombre un poco más justo por el solo hecho de participar, con una canción doliente, en el proyecto que con tanto empeño y determinación llevan ustedes adelante”, firmado, Carlos “Indio” Solari. “Cuando nos enteramos de que el Indio Solari tenía un recital en Mendoza se nos ocurrió que era una buena oportunidad de presentar el libro allá y de paso ir a escucharlo”, dice Cesaroni. Después pasaron los 25 segundos. Horacio Cecchi, Página 12, 29-30-2013-
Idioma Español
Publicación 2013
Editorial Tren en movimiento
Categoría Humanidades
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