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Los fanáticos
Vicente Blasco Ibáñez


Escrita originariamente por entregas. Situada en España durante la tercera guerra carlista.
“Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.” (Discurso de renuncia al trono de Amadeo I de Saboya, 1873)

En el Capítulo 5 de la Segunda Parte de la novela…

…”Cuando llevaban a Luis al Gobierno Civil, y desde allí a la cárcel, lo me­nos se le figuraba al joven e incauto defensor de la religión y de don Carlos que era uno de aquellos mártires del primer siglo del cristianismo que iba a sacrificar la vida en holocausto de Dios, considerando como peccata minuta el que la ocasión del lío en que se veía envuelto había sido aquella Emerenciana de sus pecados que tanto le cosquilleaba el cuerpo y el alma.

Pero las setenta horas que estuvo detenido, ya que no pudieron ser más porquela Constituciónexigía que dentro de las setenta y dos se elevase la de­tención a prisión, y el juez no halló motivo para tanto, le hicieron cómodo y agradable el martirio imaginado.

Fueron tres días de jolgorio continuado. Toda la gente joven del carlismo, que en Teruel no era mucha, los estudiantes de teología, cuatro o cinco sacristancillos y una docena de hijos de familias beatas, le visitaban mañana y tarde, felicitándole por su entereza y le llenaban el cuarto que le servía de prisión de botellas de aguardiente, de ron, de ricos vinos blancos, buenos salchichones y bien curadas magras.

Visitáronle también y le animaron a perseverar en su fortaleza tres o cua­tro de los que habían sido sus profesores y otra media docena de clérigos que alabaron su arraigada fe, y le compararon con los valerosos mancebos que en el circo romano, frente a las fieras que iban a devorarlos, proclamaban va­lerosamente la doctrina de Cristo.

Así aquel incauto joven salió de su breve y halagador cautiverio más hin­chado que un boto, como en aquella tierra se suele decir, y creyéndose predes­tinado para grandes empresas en loor de la causa de Dios.

Aumentó este convencimiento lo que ocurrió a su salida de la cárcel. Me­rienda de los compañeros en su obsequio, con la base de cabrito y pollos, abundante vino y acompañamiento de vivas a la religión y al rey absoluto, ca­riñosos saludos de presbíteros, y agasajos de tres o cuatro familias de aquellas que no salían de casa sino para ir a la iglesia, pusieron al hijo de mosén Antón que no cabía en el pellejo de puro satisfecho.

Pero tras los gustos vinieron los disgustos. El se había hecho arrogante y fanfarrón, hablaba en todas partes más de lo necesario, y como Teruel es un pueblo de sentimientos muy republicanos y de gente muy prudente y que no se mete con nadie, pero a la que no es discreto ni posible herir, ni meterse con ella, habíase encontrado más de una vez con la horma de su zapato, saliendo siempre él y sus compañeros con las costillas calientes. Bien es verdad que les quedaba para consuelo la reflexión de que eran muchos los que les zurraban, acreditando la verdad de los conocidos versos:

Que Dios protege a los malos cuando son más que los buenos.

Pero con todo esto crecía el prestigio de Luis entre sus compañeros y se granjeaba la estima de los ojalateros y de los laborantes del carlismo en la pequeña ciudad tan poco abonada para el desarrollo de esta planta.”

Idioma Español
Publicación 1895
Editorial Collatio
Categoría Novela Histórica


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