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César Rubio Aracil

Augustus, nick usado por un íntimo amigo mío, navegó durante dos años por los abiertos espacios de Internet estudiando con viva curiosidad la sofisticada tecnología puesta al servicio de la información y la comunicación. Y pronto descubrió que una cosa era leer algunas noticias sueltas en la prensa diaria o en las revistas sobre los chats y otra bien diferente implicarse de una manera más o menos directa en los graves problemas psicológicos, familiares y de toda índole que se dan en estos foros.

Augustus deseó alertar a todos los que nos acercamos al chat sobre sus posibles malos usos. Durante esos dos años tomó notas, ayudado por su esposa, de las conversaciones que mantenía u observaba en los más diversos foros. Pero un día, de repente, decidió abandonar para siempre sus anotaciones y olvidarse del chat. Quizá pensó que una tarea como la que había emprendido en solitario precisaba de equipos de investigadores con más recursos que los que estaban a su alcance.

Durante mese fui leyendo, a veces descifrando con dificultad, las notas que Augustus me regaló. Y aunque a veces no pude evitar sonreírme ante algunas de sus opiniones, de sus prejuicios, de sus disquisiciones morales, filosóficas o de tono alarmista y desmesurado, de sus sentimientos contradictorios sobre el chat, no dejó de interesarme el mensaje principal que latía en sus páginas, cubierto a veces por las brumas del pesimismo más desolado. Así que decidí que una selección de sus apuntes tenía que ver la luz. Y ahora, como tributo a la intensa amistad que durante años he mantenido con Augustus, el lector tiene entre sus manos una antología de todo cuanto anotó y meditó sobre el chat. He organizado su trabajo en diversos capítulos, que he titulado a mi aire.

Unos capítulos reflejan el contacto virtual entre determinados usuarios de los diversos chats, foros, salas o como queramos llamar a estos espacios. En alguno el chat aparece caricaturizado, sin las tintas negras con que es pintado a menudo. En otros recojo las reflexiones de tono poético o filosófico de Augustus, o sus afectuosos saludos a ciertas amistades conseguidas a través de sus navegaciones nocturnas. Para evitar hacer publicidad de los foros a los que Augustus accedió, callaré las direcciones informáticas de los mismos, pues sería contradictorio identificar salas o chats, cuyo pernicioso influjo se denuncia. Lector, acaso cibernauta, pasa a leer estas páginas de mi amigo y si algunos defectos encuentras en ellas échame a mí la culpa.

Idioma Español
Publicación 2014
Editorial Autor-Editor
Categoría Humor


Descargar Historias del chat de César Rubio Aracil