El reino
José Luis Gómez UrdáñezAl llegar al trono Fernando VI, España ha dejado atrás las tintas más negras de la decadencia, pero por más que haya signos muy esperanzadores de progreso económico, las estructuras siguen siendo una losa pesada que los privilegiados, la Iglesia y la nobleza, no están dispuestos a suavizar. Los ministros deben ser precavidos cuando intentar reformar, lo único que pueden hacer frente a estos obstáculos formidables. Ensenada logró el Concordato más regalista del siglo –la puerta por la que la Iglesia iba a empezar a contribuir al Estado–, pero no consiguió que “cada uno contribuya por lo que tiene” –el objetivo del Catastro y de la Única Contribución–, una afrenta que igualaba a los nobles pero que éstos no iba a permitir.
El Catastro ponía en evidencia la esencia de un régimen de ociosos rentistas, exentos de contribuir al Estado, que no dejaban más que lo justo en manos del campesino, incapaz por tanto de mejorar. Igual ocurría con el comercio, todavía limitado por las trabas de peajes en los señoríos, de aduanas interiores en las fronteras de los reinos, de estancos y monopolios desde hacía siglos, de precios tasados por los ayuntamientos oligárquicos. Tampoco los artesanos podían superar las trabas gremiales y las rutinas de su oficio, salvo en las grandes ciudades como Barcelona, Madrid, o Cádiz, donde llegaron muchos maestros extranjeros, igual que a las reales fábricas, o a los arsenales. Estas fábricas protegidas, que caracterizan el reinado y fueron la gran esperanza, como las compañías privilegiadas, pronto se vieron condenadas al fracaso, pues falló la demanda y el Estado no pudo sostenerlas.
Los españoles no dan el tono alegre que reina en los palacios reales, o en las casas de los ricos, pues los pobres no dejan de aumentar, especialmente en Madrid, pero lejos de mostrar descontento, se muestran resignados. La Iglesia sigue haciendo misiones, la Inquisición mantiene el control social y la ortodoxia; la pluma sigue al servicio de una serena Ilustración, tal y como quiere el gobierno y complace a los reyes. Florecen pausadamente las artes; hay avances en la ciencia, en la técnica y la medicina. Se hacen obras públicas y se disfruta de la paz, que ahora no es fruto de la victoria, sino del arte de la diplomacia… es la España discreta del rey Pacífico.
SerieFernando VI y la España discreta I
Idioma EspañolPublicación 2013
Editorial Punto de Vista Editores
Categoría Historia
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